Bartolomé J. Ronco dejó una impronta personal en su reconocida y admirable trayectoria como integrante de la Comisión Directiva de la Biblioteca Popular de Azul, de la que fue Presidente desde 1930 hasta su muerte en 1952, y que justamente lleva su nombre.

No fue la única “Biblioteca de Ronco”. Hubo otras a las cuales también aportó su pasión por los libros y la lectura. A Ronco se le debe la creación de la Biblioteca “Hipólito Yrigoyen” de Catamarca, en su breve estadía durante los primeros meses de 1928, y asimismo fue decisiva su contribución en la fundación de la Biblioteca Popular de Laprida en 1940, por lo que mereció la designación de Presidente Honorario.

Pero a la que dedicó varios años de su vida fue la “Bernardino Rivadavia” de Bahía Blanca. Ronco residió en dicha ciudad entre 1907 y 1916 y su tarea en dicha Biblioteca fue reconocida y destacada por la comunidad Bahiense. Da cuenta de ello la publicación que a continuación se transcribe y que refleja la grandeza de quien tanto aportó a la cultura azuleña  y regional.

 En el Folleto de 1935 titulado “Como nace y progresa una institución de cultura popular” escrito por Germán García (Bibliotecario y Director de la citada Institución Bahiense) se expresa:

Un Período revolucionario

Este es por cierto el más adecuado calificativo que merece el ejercicio de 1915. Hasta entonces, la Biblioteca había desarrollado su labor en forma modesta, sin salir de sus cuatro paredes como quien dice. Pero llegó el Dr. Bartolomé J. Ronco y las cosas cambiaron: Si los socios no venían solos había que ir a buscarlos; si hacía falta plata para construir estanterías, comprar libros o hacer catálogos, se salía a la calle para sacárselas a quienes podían darla. Se hizo una nueva clasificación e inventario de todo el material bibliográfico, se ficharon todas las obras y hasta se pensó seriamente en abrir sucursales..

Hombre de un dinamismo extraordinario, el Dr. Ronco imprimió a la Biblioteca el sello de su propia personalidad, en un solo año que pasó por ella.

Personalmente, el Dr. Ronco conquistó nuevos asociados y se encargó de obtener importantes donaciones en efectivo. Por cierto que cuando de levantar un pagaré de la asociación o de abonar cuentas se trataba, no recurría a buscar dinero donde no lo había: esperaba que un abogado tuviera buena regulación de honorarios y allí dirigía el pechazo. El método no fallaba.

Las estanterías necesarias para colocar nuevos libros fueron pagadas por los Doctores Cervini y Ayestarán, el primero de los cuales se hizo presente poco después con un obsequio de lamparillas para terminar con la semi obscuridad de la casa; el Dr. Toranzos Torino levantón un pagaré y el estudio Vergara otro, por compra de libros; algunas casas de comercio abonaron la póliza de seguro, etc.

Se adquirieron libros de texto y se aprobó en principio una iniciativa del presidente, estableciendo una sala de lectura en Punta Alta, la que serviría de experimento para habilitarlas también en otros lugares.

En diciembre de 1915 el Dr. Ronco terminó su mandato, ausentándose enseguida para Azul. El Dr. Francisco Cervini fue designado presidente”.

El texto transcripto fue reproducido totalmente en el libro “La Biblioteca Popular Bernardino Rivadavia-100 años de historia-1882-1982”, del mismo autor del folleto y editado en 1892.

Fuentes: Folletos de la Biblioteca Popular de Azul- Serie I-5; diario El Ciudadano -12/04/1928-;  y Diario del Pueblo de Laprida-6/12/1940.